Breve historia del pene [2] La vara satánica

  

    Hablábamos, en el capítulo anterior de cómo los antiguos romanos -desde los más poderosos generales hasta las más tiernas y delicadas doncellas-, utilizaron amuletos fálicos para mantener alejada la desgracia de sus vidas. Más aún: cada 17 de Marzo sacaban en procesión por la ciudad un enorme miembro viril como parte de la celebración del festival de la Liberalia.
Hasta entonces el órgano sexual masculino no suponía un tabú ni generaba ningún pudor, y así se mantuvo en los primeros tiempos del Imperio, que continuaron siendo aderezados por el simbolismo pagano.

Pero con el avance de las nuevas ideas del cristianismo la visión hasta entonces ligera y/o satírica del falo habría de cambiar definitivamente.

     La Edad Media (periodo caracterizado por el puritanismo y la represión sexual), fue tejiendo un tupido velo sobre la genitalidad. El miembro masculino pasó a convertirse en un elemento incómodo e indigno de cualquier atención, y las representaciones gráficas y escultóricas del desnudo quedaron reducidas a meros episodios, relacionados en su mayoría con la historia sagrada, los martirios de los santos, el paraíso y el infierno. 

El pene se convirtió en un órgano indigno, llegando incluso a ser conocido con el nombre de vara del diablo.

    En 1486, eMalleus Maleficarum, libro que recogía las supuestas confesiones  de varias mujeres acusadas de brujería, dedicaba un capítulo entero a la capacidad que según su autor tenían las hechiceras de utilizar sus conjuros para hacer desaparecer el órgano sexual masculino. Se aseguraba además, que las brujas convivían con los penes de los castrados como si éstos fueran animales de compañía: los mantenían en nidos  y los alimentaban de avena y otros cereales.

Probablemente relacionadas a esta creencia hayan sido las  representaciones pictóricas en las que aparecen  los denominados árboles de falos. Manuscritos franceses del siglo XIV contienen imágenes de monjas recogiendo cosechas de penes en los árboles y guardándolos entre sus ropajes. También es muy conocido un fresco descubierto en la Toscana italiana que representó un frondoso árbol cargado de penes. 

  Como si fueran pocos los malos augurios que debía enfrentar el miembro masculino, las enfermedades venéreas comenzaron a expandirse ampliamente por la geografía europea debido al continuo movimiento de tropas militares
  La gonorrea y la sífilis eran tan habituales que provocaron la clausura de muchos baños comunales. En la búsqueda de una solución a este flagelo, un médico italiano de nombre Gabriele Falloppio diseñó, en 1564, el primer condón confeccionado de lino, con un práctico diseño reusable que  se ataba con una cinta y que debido al material utilizado, podía ser empapado en leche antes de su uso con la supuesta finalidad de prevenir contagios.


    Aunque el preservativo comenzó a utilizarse con frecuencia (supuestamente sólo con fines profilácticos, más no como método anticonceptivo, pues según el mandato de la iglesia las relaciones sexuales sólo estaban permitidas con fines procreadores) las enfermedades se siguieron propagando con rapidez y muy menudo, la única solución, consistió en la amputación del pene del contagiado.

    No es de extrañar que los hombres viviesen con cierta ansiedad la posibilidad de una castración severa, bien por enfermedad, brujería o incluso por parte de una amante celosa o una esposa engañada.

    Recordemos además que legalmente llegó a existir la posibilidad de anular un matrimonio cuando el hombre era acusado por su mujer de poseer muy modestos atributos. Dado el caso, el marido debía someterse a un examen exhaustivo por parte de un grupo de galenos, matronas y expertos en la materia, con la finalidad de determinar si su órgano viril estaba o no, en capacidad de procrear. Si los resultados del informe atestiguaban alguna "falla",  el hombre era declarado “impedido de consumar el matrimonio”, y la demandante obtenía la separación legal de su pareja.

    No podemos dejar de mencionar una tendencia que revolucionó la moda masculina de los siglos XV y XVI. Se trató de  la bragueta de armar o coquilla, pieza que se sobreponía a los genitales masculinos para enfatizar y exagerar su tamaño. 

La bragueta de armar causó furor entre los varones de la época , pasando de ser un simple triángulo de tela, a un artículo acolchado, decorativo y difícil de ignorar.  

     Los interesados podían adquirirlas de diferentes formas y materiales, algunas de ellas tan exageradas que hacían ver a su portador siempre “dispuesto”.  Los sastres dieron rienda suelta a la creatividad en lo referente a formas y otros detalles de diseño e incluso algunas armaduras del siglo XVI las incluyeron.


    A la llegada de la edad moderna, con su sed disruptiva de conocimientos científicos, le deberemos el redescubrimiento del pene, unos cuantos siglos después.

    El cadáver de un condenado a la horca cuyo miembro permanecía erecto por efecto de la sangre acumulada—, le permitirá a Leonardo Da Vinci la posibilidad de estudiar, por primera vez en la historia, el funcionamiento del órgano sexual masculino. A raíz de sus  estudios anatómicos (y los de otros hombres de ciencia como el holandés De Graaf) se derrumbarán paulatinamente muchas de las extravagantes ideas que hasta entonces se consideraban ciertas sobre los mecanismos que rigen su funcionamiento.

    Finalmente, nuestro protagonista logrará  dejar atrás el deshonroso mote de “vara satánica” para empezar a ser conocido bajo la noble y mucho más sugerente  denominación de vara viril".  Será el inicio de una nueva era en esta historia.

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Breve historia del Pene/Parte 1






 


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