¿SABÍAS QUE ERAS TAN FEO?



     Con los cuerpos más hermosos y las almas más horrendas bailó por igual Helene «Leni» Riefenstahl a lo largo de su vida.La creadora de gran parte de la icononografía audiovisual de la Alemania nazi, actríz, bailarina, cineasta y fotógrafa alemana (1902-2003) vio por primera vez a Adolf Hitler en un acto público en Berlín. Lenni se dejó hechizar (como muchos de sus compatriotas en aquel momento histórico) por la avasallante personalidad del dictador y no dudó en escribirle una carta de felicitación. Sorprendentemente para ella, recibió respuesta expedita a la vuelta de correo.

   Lo que ocurrió después es historia. La cineasta y el dictador se conocieron personalmente y él terminó ofreciéndole la dirección de varios audiovisuales para el partido nacionalsocialista.

   Muchos afirman que Riefenstahl aceptó gustosa aquel encargo por su afinidad ideológica con el nazismo, aunque la rubia siempre se defendió diciendo que como artista sólo se limitó a representar su propia visión de la realidad social del momento. Lo cierto es que entre 1933 y 1935 filmó lo que se conoce como La trilogía de Nuremberg, una serie de documentales de impactante estética que fueron utilizados por el régimen nazi para esparcir sus ideales de belleza y perfección por el mundo. Su obra maestra "Olimpia", es reconocida - aún hoy- como una de las mejores películas de todos los tiempos.

    Aunque en múltiples ocasiones aseguró que para entonces desconocía los horrores cometidos por el gobierno alemán, mas allá de sus palabras, la sangre y el dolor que goteaban de la esvástica salpicaron su imagen para siempre. Al final de la guerra, acusada de ser amante de Hitler (también lo negó hasta su muerte), fue hecha presa por los aliados y confiscadas todas sus posesiones, incluyendo las copias de sus películas. Finalmente, tras casi cincuenta juicios y apelaciones, logró un veredicto en el que se la calificaba de "simpatizante" y no de "miembro" del partido Nazi, es decir, fea, pero no tanto.  Si se trató de un alma ingenua o de una mente fría y deshumanizada que se valía de las prebendas del régimen para lograr sus propios objetivos, nunca pudo probarse. Lo cierto es que la Riefenstahl siguió adelante y se empeñó en que su arte traspasara el momento histórico de la guerra. Harta –como seguramente estaba- de aquella horrible sombra que la perseguía a donde quiera que fuese, decidió reinventarse. 

   A los 60 años de edad dejó atrás el cine para enrolarse en una expedición que se adentraría en el corazón del continente africano.  Iba en busca de un grupo de tribus sudanesas que sobrevivían sin electricidad, sin agua potable, sin ropas y sin espejos: los Nuba. 

     Desde su primer viaje y hasta 1976, la directora alemana viajó nueve veces al sur de Sudán. De este periodo de su carrera artística resultaron una serie de impactantes imágenes fotográficas que fueron convertidas en varios libros y artículos de prensa y que lograron repercusión internacional. El excepcional talento de Leni parecía haber resurgido de la muerte y el horror para ser reconocido y aplaudido nuevamente por el mundo.

     Pero el viaje a Sudán no sólo significó un cambio en la carrera de Leni. Algo mucho más profundo en la vida de los Nuba cambiaría para siempre. Los llamados "hombres de las colinas" recibieron de la artista el regalo más inesperado: una imagen de sí mismos. En la aldea Nuba no conocían los espejos y nadie -antes de la llegada de Leni- había sido capaz de ver su propio rostro con tanta nitidez.

    "Había llevado cierta cantidad de espejos, pero aún no les había dado ninguno sospechando lo que luego sucedería" recuerda Leni en sus memorias. "Por desgracia, fui lo bastante tonta para regalarle alguno a mis amigos, hecho del que después me arrepentí. A partir de entonces no me dejaron en paz. En cuanto me veían, sobre todo los niños y los adolescentes me pedían mandaras (como se denominaban en árabe los espejos). Cuando me quedé sin ninguno, me metían las manos en los bolsillos, se ponían pesados y se enfadaban. El deseo de espejos se extendió a Nyaro, Kau y Fungor como una epidemia; donde quiera que yo aparecía gritaban: ¡Leni Mandara!”.

    Para nuestra sociedad, relacionada de manera casi enfermiza con la imagen propia -y ajena-, resultaría inconcebible y terriblemente angustiosa una vida sin espejos. Pero quizás esta "primitiva" costumbre fue lo que le brindó a Leni la libertad perdida. Paradojas del destino. La rubia, huyendo de su propio reflejo frente al mundo, le dió a los Nuba una cara frente a sí mismos. “¿Sabías que eras tan feo?” cuenta que bromeaban entre ellos al ver sus fotos. Leni reía, aunque en el fondo, sobre el brillo del papel fotográfico, seguramente asomaba la horrible sombra que la persiguió hasta el fin de sus días.

@cristinadez

🍸🍺🍷

HOY SUENA EN NUESTRO BAR...







Comentarios

Entradas más populares de este blog

Vuelta inesperada por el universo Yes

Breve historia del pene [3] Miembros famosos del club del falo

SECONDS OUT: Catorce meses (y cuarenta años) después